La oscuridad se adueñaba de las afueras del aeropuerto
mientras el pequeño grupo entraba. No había nadie en las puertas y solo se
veían entrar personas cargadas de maletas. Araña tropezó con una señora que llevaba
una maleta, que cayó al suelo abriéndose y dejando salir unos candelabros que
parecían de plata.
La mujer comenzó a gritar y empujó al muchacho.
Jack, que estaba a su lado, vio como Araña sacó el arma y le
agarró del otro brazo con una mano empujándole al interior de la terminal.
- No vuelvas a hacer eso – Masculló, apretando los dientes
con rabia – En mi barrio ya tendrías una bala en tu cabeza, capullo.
Jack le miró atemorizado sin saber el final de lo que podía
ocurrirle con ese pandillero, pero Mac intervino enseguida y con una ceja levantada
también sacó su arma y le apuntó.
La gente iba de un lado a otro gritando sin que el grupo
supiera que ocurría en ese momento. A través del cristal miraban a la anciana
que recogía su maleta y de repente se fijaron en unas luces azules que
aparecían en el horizonte donde justamente estaba Londres.
- Se acercan – Susurró Smith apoyando sus manos en el
cristal de la puerta – Esas luces… son las que se vieron salir del mar al sur
de Japón.
- Tenemos que buscar un lugar seguro. Creo que no fue buena
idea salir de la ciudad – comentó Mac mientras se acercaba a su hermano.
Paul se aproximó a Araña pensando que aprovecharía la
ocasión para disparar a Jack pero estaba tan asustado como los demás en ese
momento.
- Tenemos algunos minutos, ¿qué hacemos? – Preguntó Jack
agarrando aún a la niña.
De pronto, la gente comenzó a gritar más al darse cuenta de
lo que ocurría fuera. Corrían con dirección hacia las puertas de embarque y los
militares, armados hasta los dientes, bloqueaban los pasillos. Un disparo hizo
agachar a todo el mundo pero otros hicieron caso omiso y se lanzaron contra
ellos. Muchos fueron abatidos y pronto salieron a las pistas para subirse al
primer avión que encontraron.
Varios cazas salieron para encontrarse con las naves enemigas;
eran la última esperanza para la gente que intentaba huir del enemigo. Solo con
la oscuridad se podía ver la luz de sus turbinas; eran aproximadamente quince
aviones de guerra. Muchas personas se acercaron a los grandes cristales que
daban a las pistas de aterrizaje mirando cómo sus soldados luchaban contra esas
cosas.
En la lejanía podían verse las luces formando un pequeño
escuadrón en forma de triángulo y pronto los dos bandos comenzaron a luchar.
Un hombre se acercó al grupo también sorprendido. Su pelo
pelirrojo caía sobre sus hombros; era fornido y llevaba un hacha grande. Vestía
como si viniera de una boda y sus ojos azules no dejaban de mirar a través del
vidrio la lucha que había en el oscuro cielo de Inglaterra.
Algunos lloraban de miedo observando la batalla y otros
rezaban.
- Debemos escondernos por si alguna de esas cosas se acercan
al aeropuerto. – Smith giró, buscando un sitio donde refugiarse – Aún tenemos
una oportunidad.
Una mujer chilló y pronto volvió a resurgir el caos dentro
de la terminal. Habría cincuenta personas que se empujaban y se peleaban por
escapar. El aeropuerto se convertiría en un ataúd de cristales y hormigón.
- Los calabozos del aeropuerto… - Se le ocurrió al hombre
que se juntó con el grupo – La policía tiene aquí unas celdas y están en la
parte baja del aeropuerto; podríamos escondernos allí.
Mac sonrió; aunque a Araña no le gustaba la idea de volver a
unas celdas, allí podrían resguardarse del fuego enemigo.
Jack estaba empezando a irritarse y veía como se acercaba una
de las luces azules a toda velocidad. Comenzaron a correr todos detrás del
hombre pelirrojo intentando esquivar a los que buscaban la forma de subirse a
un avión.
La niña comenzó a despertar en los brazos de Jack pero
estaba aún tan débil que ni siquiera se preocupo de quién era el que la
sostenía en ese momento. Se sentía segura y esos pequeños ojos azules se
cruzaron con los de él.
Entraron a la pequeña comisaría del aeropuerto y vieron las
puertas metálicas. Había únicamente dos calabozos y estaban abiertos de par en
par. Jack se asomó a una de las celdas y pudo descubrir que estaba totalmente
vacía. Araña le empujó hacia dentro.
El espacio era poco para todos los que eran así que sin
debatirlo se dividieron en dos grupos. Araña, la niña, Jack y el hombre que sabía
dónde estaban las celdas entraron en una y Paul, Smith y Mac entraron en otra.
Solo se podía escuchar el vocerío que venía de las
escaleras. Las dos puertas aún estaban abiertas se sentaron en el suelo a
esperar lo que podría pasar.
Algunos se sentían seguros entre esas paredes de hormigón
pero por ejemplo Araña no dejaba de acariciar su cabeza rapada a un ritmo
frenético. Su estado era delicado porque se podría colapsar en cualquier
momento o pasar a un estado incontrolable para el resto del grupo.
Jack dejó a la niña con el hombre del traje y le mostró la
mano a Araña para prestarle su ayuda. Araña le miró despectivo pero al final
agarró su mano y le abrazó con fuerza.
- Tranquilo chico, ya no estás solo. Susurró Jack rodeándole
con sus brazos.
Las explosiones duraron varios minutos eclipsando el caos de
la terminal. Se escucharon varios disparos. El silencio se adueño del lugar y
Mac se aproximó a la escalera con su arma en la mano.
Llegó el momento de salir.
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