domingo, 12 de agosto de 2012

Capítulo 3: Luces


La oscuridad se adueñaba de las afueras del aeropuerto mientras el pequeño grupo entraba. No había nadie en las puertas y solo se veían entrar personas cargadas de maletas. Araña tropezó con una señora que llevaba una maleta, que cayó al suelo abriéndose y dejando salir unos candelabros que parecían de plata.
La mujer comenzó a gritar y empujó al muchacho.
Jack, que estaba a su lado, vio como Araña sacó el arma y le agarró del otro brazo con una mano empujándole al interior de la terminal.
- No vuelvas a hacer eso – Masculló, apretando los dientes con rabia – En mi barrio ya tendrías una bala en tu cabeza, capullo.
Jack le miró atemorizado sin saber el final de lo que podía ocurrirle con ese pandillero, pero Mac intervino enseguida y con una ceja levantada también sacó su arma y le apuntó.
La gente iba de un lado a otro gritando sin que el grupo supiera que ocurría en ese momento. A través del cristal miraban a la anciana que recogía su maleta y de repente se fijaron en unas luces azules que aparecían en el horizonte donde justamente estaba Londres.
- Se acercan – Susurró Smith apoyando sus manos en el cristal de la puerta – Esas luces… son las que se vieron salir del mar al sur de Japón.
- Tenemos que buscar un lugar seguro. Creo que no fue buena idea salir de la ciudad – comentó Mac mientras se acercaba a su hermano.
Paul se aproximó a Araña pensando que aprovecharía la ocasión para disparar a Jack pero estaba tan asustado como los demás en ese momento.
- Tenemos algunos minutos, ¿qué hacemos? – Preguntó Jack agarrando aún a la niña.
De pronto, la gente comenzó a gritar más al darse cuenta de lo que ocurría fuera. Corrían con dirección hacia las puertas de embarque y los militares, armados hasta los dientes, bloqueaban los pasillos. Un disparo hizo agachar a todo el mundo pero otros hicieron caso omiso y se lanzaron contra ellos. Muchos fueron abatidos y pronto salieron a las pistas para subirse al primer avión que encontraron.
Varios cazas salieron para encontrarse con las naves enemigas; eran la última esperanza para la gente que intentaba huir del enemigo. Solo con la oscuridad se podía ver la luz de sus turbinas; eran aproximadamente quince aviones de guerra. Muchas personas se acercaron a los grandes cristales que daban a las pistas de aterrizaje mirando cómo sus soldados luchaban contra esas cosas.
En la lejanía podían verse las luces formando un pequeño escuadrón en forma de triángulo y pronto los dos bandos comenzaron a luchar.
Un hombre se acercó al grupo también sorprendido. Su pelo pelirrojo caía sobre sus hombros; era fornido y llevaba un hacha grande. Vestía como si viniera de una boda y sus ojos azules no dejaban de mirar a través del vidrio la lucha que había en el oscuro cielo de Inglaterra.
Algunos lloraban de miedo observando la batalla y otros rezaban.
- Debemos escondernos por si alguna de esas cosas se acercan al aeropuerto. – Smith giró, buscando un sitio donde refugiarse – Aún tenemos una oportunidad.
Una mujer chilló y pronto volvió a resurgir el caos dentro de la terminal. Habría cincuenta personas que se empujaban y se peleaban por escapar. El aeropuerto se convertiría en un ataúd de cristales y hormigón.
- Los calabozos del aeropuerto… - Se le ocurrió al hombre que se juntó con el grupo – La policía tiene aquí unas celdas y están en la parte baja del aeropuerto; podríamos escondernos allí.
Mac sonrió; aunque a Araña no le gustaba la idea de volver a unas celdas, allí podrían resguardarse del fuego enemigo.
Jack estaba empezando a irritarse y veía como se acercaba una de las luces azules a toda velocidad. Comenzaron a correr todos detrás del hombre pelirrojo intentando esquivar a los que buscaban la forma de subirse a un avión.
La niña comenzó a despertar en los brazos de Jack pero estaba aún tan débil que ni siquiera se preocupo de quién era el que la sostenía en ese momento. Se sentía segura y esos pequeños ojos azules se cruzaron con los de él.
Entraron a la pequeña comisaría del aeropuerto y vieron las puertas metálicas. Había únicamente dos calabozos y estaban abiertos de par en par. Jack se asomó a una de las celdas y pudo descubrir que estaba totalmente vacía. Araña le empujó hacia dentro.
El espacio era poco para todos los que eran así que sin debatirlo se dividieron en dos grupos. Araña, la niña, Jack y el hombre que sabía dónde estaban las celdas entraron en una y Paul, Smith y Mac entraron en otra.
Solo se podía escuchar el vocerío que venía de las escaleras. Las dos puertas aún estaban abiertas se sentaron en el suelo a esperar lo que podría pasar.
Algunos se sentían seguros entre esas paredes de hormigón pero por ejemplo Araña no dejaba de acariciar su cabeza rapada a un ritmo frenético. Su estado era delicado porque se podría colapsar en cualquier momento o pasar a un estado incontrolable para el resto del grupo.
Jack dejó a la niña con el hombre del traje y le mostró la mano a Araña para prestarle su ayuda. Araña le miró despectivo pero al final agarró su mano y le abrazó con fuerza.
- Tranquilo chico, ya no estás solo. Susurró Jack rodeándole con sus brazos.
Las explosiones duraron varios minutos eclipsando el caos de la terminal. Se escucharon varios disparos. El silencio se adueño del lugar y Mac se aproximó a la escalera con su arma en la mano.

Llegó el momento de salir.

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